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El vapeo y los más jóvenes

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El problema del vapeo en los más jóvenes

 

Hace uno días llevamos a cabo una intervención de prevención de consumos en un centro y constatamos con horror cómo los vapeadores o cigarrillos electrónicos se están convirtiendo en un serio problema entre los adolescentes más jóvenes (final de primaria-principio de ESO).

En un principio los vapeadores se introdujeron en nuestra sociedad como un medio para aquellos adultos que deseaban abandonar el tabaquismo. Sin entrar si eran el método más adecuado para dicho fin en muy pocos años los vapeadores se han enfocado a instaurar el hábito entre los más jóvenes. Y, lamentablemente lo están consiguiendo, veamos porqué:

  • En primer lugar y lo más peligroso es que existe una nula percepción de riesgo. Al ser sin nicotina muchos preadolescentes, adolescentes e incluso adultos perciben que es un hábito inocuo. Sin embargo, los centros de atención primaria ya alertan de un aumento de las patologías respiratorias y de las infecciones por hongos asociadas a la costumbre de vapear. Además, se empieza a describir la enfermedad pulmonar asociada al vapeo (EVALI). Es evidente que, por su reciente creación, es difícil conocer los efectos a largo plazo, pero las evidencias apuntan a que está lejos de ser un “vicio sin riesgos para la salud”.
  • Está diseñado para ser una puerta de entrada al consumo del tabaco. Los sabores y olores son más dulces y agradables que los del tabaco tradicional y con una variedad infinita que invita a probar cada vez más. Si el primer cigarro no resultaba agradable el primer vapeo lo es. Podríamos considerarlo el “fumar de destete” (igual que las bebidas alcohólicas de destete son más suaves en graduación o dulces en sabor).
  • No hay una regulación en su distribución. En cualquier tienda de alimentación se pueden conseguir con un nulo control de su venta a menores.
  • El precio y el formato. Para adolescentes sin capacidad adquisitiva propia existe el formato de vapeador desechable, que no solo es accesible para ellos si no que además no tiene el riesgo de que tus padres “te lo pillen”. De hecho, en muchas ocasiones lo compran entre varios amigos, lo consumen juntos esa tarde y lo tiran.
  • Al dejar menos “rastro” en olor, ser desechable y no requerir una alta inversión económica es muy difícilmente detectable por los padres o adultos responsables del menor.
  • El marketing de los vapeadores está orientado en muchos casos a los más jóvenes. El packaging es muy atractivo para ellos, tanto por las ilustraciones y colores como por introducir textos que alientan la creencia de que es “inocuo” o asociarlo con el concepto “light” (hay discotecas light, pues esto es el tabaco light). También empiezan a proliferar los influencers del vapeo.

 

Es indudable que antes o después desde los órganos legislativos se tomarán medidas contra todas estas estrategias enfocadas a los más jóvenes, pero hasta ese momento la única manera de proteger a nuestros alumnos o hijos es la PREVENCIÓN. Dotarles de información real sobre los vapeadores, estrategias de análisis del “marketing perverso” que hay detrás y de comunicación asertiva son las únicas armas en esta lucha.

Por ello, Adolescencia y Prevención ha creado una intervención específica “el Vapeo y sus riesgos: no te creas lo que te venden” destinada a los últimos cursos de primaria y primeros de ESO al alcance presupuestario de todos los centros. Contáctanos y estaremos encantados de adaptarla a tus necesidades.

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SOS: ¡mi hijo comienza el instituto!

En unas semanas comenzará el curso y miles de adolescentes pisarán por primera vez en su vida el instituto. Un gran paso en su desarrollo en todos los niveles (socioemocional, académico, personal, cognitivo) pero que genera preocupación y ansiedad tanto en los padres como en los hijos. Y es que el paso de la etapa de Educación Primaria a la Educación Secundaria no es fácil.

A los padres nos atemoriza en muchas ocasiones la combinación de la etapa de desarrollo en la que se encuentran nuestros hijos (la adolescencia, con todas sus particularidades) con el hecho de que, seguramente, cambiará de compañeros y de centro. Nos asusta pensar en con quién se puede empezar a juntar, qué pasará si no “encaja”, si no encuentra su hueco en este nuevo ambiente, si cambiará su manera de ser, cómo le irá antes las mayores exigencias académicas, si sabrá o no gestionar su mayor autonomía… y nos morimos de miedo ante la idea de posibles consumos de sustancias. Y, encima, nuestro hijo está más irritable de lo normal o más encerrado en sí mismo o “muy raro”.

Y, os voy a contar un secreto, claro que vuestro hijo está raro/irritable/pensativo… ¡está aún más asustado que vosotros! A él también le preocupa, y mucho, cómo encajará con sus nuevos compañeros; tiene mucho miedo de no hacer amigos o perder a sus antiguos amigos que no estarán en su mismo instituto o que, aún estándolo, pueden no coincidir en su clase, hacer nuevas amistades… Tampoco quiere fracasar en los estudios y sabe que en el instituto le “llevarán menos de la mano” y le exigirán más, se pregunta cómo serán los profesores. También, tiene que decir adiós a lo que ha conocido hasta ahora, hacer su “duelo” por el niño que se le está escapando ya de los dedos… En resumen, vuestro adolescente quiere crecer y al mismo tiempo le asusta hacerlo, exactamente igual que a vosotros presenciar su desarrollo.

Sin embargo, en muy pocas ocasiones he encontrado que padres e hijos compartan estos miedos, hablen abiertamente sobre lo que les asusta de este nuevo comienzo ¡y es la mejor manera de ayudar a vuestros hijos y de calmar vuestros temores! Así que os animo a, en estas semanas que nos quedan antes de iniciar el curso, hacerlo.

Y, por si no tenéis mucha idea de cómo hacerlo os dejo algunas recomendaciones:

  1. Comparte tu experiencia. No somos más listos que nuestros hijos ¡pero sí más viejos! Contémosle qué nos preocupaba a nosotros del cambio del cole al instituto, cómo nos fue, qué dificultades vivimos.
  2. Ayudemos a nuestro hijo a ser crítico con la visión del instituto que dan las series y los medios. En muchas ocasiones sus expectativas (para bien o para mal) se han construido en base a series/películas/redes y tiene que entender que eso no es la realidad.
  3. Seamos comprensivos con sus posibles cambios de humor, ensimismamiento etc., entendiendo que él también está atravesando un momento complejo.
  4. Tranquilizarle en lo social. Seguramente será su mayor preocupación. Tiene que entender que hacer amigos es un proceso, que primero tiene que conocer a sus nuevos compañeros, ver con cuáles encaja etc. y que es imposible que te guste y gustar a todo el mundo y no pasa nada por ello. Si lo que le preocupa es perder a los viejos amigos comprometámonos a ayudarle a que no sea así: dejándole invitarles a casa, apuntándole a alguna extraescolar con alguno de ellos etc. Y, aun así, también podemos hablarles de la gente que compartió una etapa de nuestra vida y ya no forma parte de ella por el motivo que sea como algo natural.
  5. Y hablemos con él también de lo académico. Es normal que en la transición Primaria/ESO, especialmente en la primera evaluación, las notas desciendan. Quitémosle esa presión diciéndole que lo comprendemos y que lo que vamos a valorar es el esfuerzo por encima del resultado.

¡Espero que a algún padre/madre que se vea en esta situación y, especialmente a sus hijos, le resulte de ayuda!

SOS ¡mi hijo empieza el instituto!
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La prevención como clave de la Convivencia Escolar

Según datos de la asociación NACE uno de cada cinco alumnos de nuestro país ha sufrido bullying o acoso escolar y, de estos, tan solo un 15% solicita ayuda a sus padres o tutores. Con estos datos la pregunta está clara ¿qué está fallando?

Sin duda la respuesta a esta pregunta no es sencilla, pero una cuestión está clara: las actuaciones destinadas a proteger a la víctima una vez que se detecta la situación de acoso son necesarias, pero no suficientes. Si queremos que nuestros centros educativos se vean libres de acoso escolar hay que llevar a cabo medidas preventivas.

Trabajar las habilidades sociales y educación emocional desde edades tempranas como parte primordial de los Planes de Acción Tutorial, haciendo un especial hincapié en los valores de la empatía y el respeto a la diferencia, es la mejor manera de conseguir que nuestro centro sea un ejemplo de buena convivencia escolar.

Además, hay que hacer a nuestros chavales conscientes de cómo se desarrollan las situaciones de maltrato entre iguales, dándoles herramientas para analizar de forma crítica las mismas, y entendiendo el papel fundamental que tienen los observadores en el mantenimiento del problema.

Una relación cercana con los profesores, tutores, orientadores y dirección también es una garantía de poder detectar de forma temprana cualquier dificultad en la convivencia escolar y ponerle solución antes de que se convierta en un problema mayor. Una política de escucha a los alumnos, así como dotarles de cauces de comunicación abiertos nos ayudarán no solo en el objetivo de la convivencia escolar, también a generar dinámicas de confianza hacia el profesorado.

Y tu centro ¿tiene un programa estructurado de prevención del acoso escolar y mejora de la convivencia escolar?

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Salud mental y adolescencia

Salud mental y adolescencia

La adolescencia es una etapa complicada de transitar: se experimentan múltiples cambios a nivel físico, psicológico, emocional y de relaciones.

Existe un cambio en los niveles hormonales que pueden afectar al estado de ánimo. Los adolescentes de hoy en día están sobreexpuestos a cánones de belleza e imágenes de perfección constante a través de las nuevas tecnologías que son imposibles de alcanzar, por lo que solo generan frustración. La presión por “encajar” y al mismo modo de reconocerse como ser único puede generarles altos niveles de ansiedad. Las exigencias del entorno hacia las responsabilidades aumentan y un largo etc.

En este contexto debemos entender que los adolescentes pueden ser especialmente vulnerables a la hora de presentar algún problema de salud mental. La OMS estima que entre el 10-20% de los adolescentes tienen algún problema de salud mental y que el 50% de los trastornos mentales comienzan antes de los 15 años, aunque muchos no sean diagnosticados hasta más tarde. En 2021 el suicidio fue la segunda causa de muerte en los jóvenes españoles de 10 a 29 años.

Los trastornos mentales más comunes en la adolescencia son: los trastornos del estado de ánimo, los trastornos de la conducta alimentaria, los trastornos de la conducta y el abuso de sustancias (químicas o no).

Por ello es fundamental que los centros escolares, donde los adolescentes pasan la mayor parte de su día, inviertan tiempo y recursos en trabajar la salud mental y la mejor forma de hacerlo es:

  • Trabajando específicamente la prevención de los trastornos que sabemos más comunes en esta etapa.
  • Haciendo hincapié en la detección precoz de los posibles problemas ya instaurados. Puesto que cuanto más temprana sea la intervención psicológica más efectiva será y menos probable sea que el trastorno se mantenga en la etapa adulta o que acabe en un suicidio.
  • Generando espacios seguros en los centros educativos donde los alumnos puedan expresar y compartir sus emociones.

La sociedad en su conjunto por fin está comprendiendo la importancia de la salud mental, perdiendo el “tabú” de la enfermedad mental, movilizando recursos para mejorar la salud mental y la prevención en la misma y los centros educativos no pueden quedarse atrás.

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Y si mi hijo llega borracho a casa… ¿qué hago?

Y si mi hijo llega borracho a casa… ¿qué hago?

La adolescencia es una etapa de explorar los límites y, por tanto, en ese contexto puede producirse consumos experimentales de diferentes sustancias, pero ¿cómo actuar si mi hijo vuelve a casa y es evidente que ha bebido?

Este es un miedo muy habitual para todos los padres de adolescentes y una experiencia por la que la gran mayoría de ellos, antes o después pasarán. Debemos tener claro es que la adolescencia es una etapa de explorar los límites y, por tanto, en ese contexto puede producirse consumos experimentales de diferentes sustancias, pero ¿cómo actuar si mi hijo vuelve a casa y es evidente que ha bebido?

  • En primer lugar: mañana será otro día. Si mi hijo se encuentra bajo los efectos del alcohol en ese momento no tiene sentido intentar hablar con él o “echarle la bronca” en ese momento. Debemos garantizar su seguridad y meterle en la cama. Cualquier intervención en ese momento solo servirá para interferir con las posteriores.
  • Al día siguiente es importante hablar con él: averiguar si se trata de una conducta puntual o es habitual el consumir alcohol en sus ratos de ocio. Y hacerle entender las consecuencias que puede tener el consumo de alcohol tanto en el momento del consumo (desde tomar malas decisiones al coma etílico si el consumo es muy elevado) como a largo plazo sobre su salud física y emocional (deben ser conscientes de que su cuerpo y su cerebro aún se están desarrollando).
  • Compartir cómo nos hace sentir a nosotros como padres que él beba. Los adolescentes aún necesitan, ¡y mucho!, de sus padres. No hacer sentir decepcionados, tristes, preocupados a sus padres es un argumento que la siguiente vez que se encuentren en una situación donde hay alcohol van a valorar.
  • Replantearnos el ocio de nuestro hijo. ¿Tiene alguna afición? ¿practica algún deporte? ¿conozco a sus amigos? ¿compartimos algún ocio en familia? Si la respuesta a todas estas preguntas es negativa es momento de buscar alguna actividad de ocio y tiempo libre que pueda gustarle y que podamos compartir con él, así como hacer un esfuerzo por conocer a su círculo de amigos, que nos hable de ellos etc. La actividad física también es un factor de protección ante el consumo de alcohol.
  • Reflexionar sobre nuestro ejemplo como padres… ¿tenemos alguna actividad de ocio distinta al “ir de cañas” con amigos?

 

Es importante también que si existía explícitamente la norma de no beber alcohol haya alguna consecuencia al incumplimiento de la misma y ser conscientes que prohibir determinado grupo de amigos será contraproducente: les seguirá viendo igual y lo único que conseguiremos es que lo haga a escondidas.

En caso de que nuestro hijo en esta conversación nos hable de un consumo evasivo (bebo porque estoy triste, para huir de algún problema etc.) de manera habitual sí es conveniente alertarse (que no alarmarse) y consultar con un profesional de la psicología.

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La Educación Afectivo-Sexual en las aulas

La Educación Afectivo-Sexual en las aulas

La educación afectivo-sexual debería ser una realidad en todos los niveles de la educación obligatoria, pero cobra especial relevancia en la adolescencia, ya que es la etapa donde se empiezan a establecer las primeras relaciones afectivas románticas.

Muchos centros quieren hacer programas de Educación Afectivo-Sexual pero se encuentran con diferentes miedos o barreras:

  • Falta de experiencia y formación específica en estos ámbitos del profesorado.
  • Miedo a la reacción de los padres
  • Creencia de que hablar de sexualidad a los alumnos es incitarles a practicar sexo
  • Vergüenza o reticencia a hablar de sexualidad por parte del profesorado.

Lo primero que debemos tener claro es que la Educación Afectivo-Sexual (EAS) es una necesidad real y un contenido obligatorio para trabajar desde los centros educativos. A la hora de trabajar estos temas es importante contar con información veraz, actualizada y libre de prejuicios para poder transmitirla a nuestros alumnos. Por lo que cualquier profesional (tutor, orientador o profesor) que vaya a trabajar estos temas en el aula lo primero que debe hacer es un análisis de sus propios prejuicios y tabús al respecto.

Una vez siendo conscientes de ellos toca realizar una planificación del proyecto. Este es el punto en el que muchos proyectos de EAS fracasan: no existe una planificación previa y se acaba quedando en una o dos tutorías sueltas dentro de toda la etapa. Tener claros los objetivos de intervención y secuenciarlos a lo largo de la etapa educativa nos ayudará a realizar intervenciones de calidad.

Antes de abordar este tema como profesional de la educación también hay que plantearse cuál es la calidad de la comunicación que tengo con mis alumnos. Trabajar EAS requiere que exista una comunicación abierta, fluida y bidireccional.

No “hacer teatro”. Los adolescentes son grandes detectores de coherencia y si perciben que la fuente de la información está disimulando sus propias incomodidades, tabús, está adoptando una actitud muy diferente a otros de los miles de temas que se tratan en el aula se cerrarán.

Contar con los padres. La EAS no solo se realiza en la escuela, también en los hogares, es importante que los padres comprendan la importancia y necesidad de realizar este tipo de intervenciones con sus hijos y que escuela y familia remen en la misma dirección.

No olvidar la parte afectiva. Muchos de los problemas derivados del poco entendimiento familias-centros entorno a la EAS es que en muchos casos los contenidos de las intervenciones se hacen desde una perspectiva reduccionista entorno a la genitalidad.

En ocasiones, y dado todos los procesos previos que requiere realizar una intervención de calidad y dadas las barreras que podemos encontrarnos, los centros prefieren trabajar la EAS haciendo uso de recursos externos y, en eso, adolescenciayprevención puede ayudaros.

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La violencia de género en la adolescencia

Durante la adolescencia y/o primera juventud se establecen las primeras relaciones románticas.

Es parte del proceso evolutivo de los adolescentes y señal de un saludable desarrollo, no obstante, es importante que estas primeras relaciones que se establecen sean sanas para que nuestros hijos o alumnos no incorporen o normalicen patrones de relación tóxicos que luego vayan a mantener a lo largo de su vida adulta.

Según la Macroencuesta de Violencia de Violencia contra la Mujer 2019, el 19,3% de las mujeres de entre 16 y 24 años que han tenido pareja ha sufrido violencia física y/o sexual de sus compañeros sentimentales; el 43,1 %, violencia psicológica; y el 43,8 %, violencia de control.

Además, el uso de las nuevas tecnologías es facilitador del control ejercido sobre la pareja y el fenómeno de violencia de género en adolescentes se presenta de un modo más explosivo y con un mayor número de agresiones físicas, dada la falta de control de impulsos que caracteriza esta etapa del desarrollo.

Algunas de las señales que deben alertarnos de que la relación sentimental que ha establecido el adolescente no es sana son las siguientes:

  • Deja de relacionarse con su grupo habitual de amigos o amigas. Además, deja de mantener contacto con amistades del otro sexo puesto que su pareja “es muy celoso/a” y “pobre, lo pasa mal si quedo con otro chico/a”. Y siempre está con la pareja a solas o con el grupo de amigos de su pareja.
  • Cambios en la manera de vestir, maquillaje, peinado etc. inducidos o solicitados por la pareja.
  • Abandono de hobbies u obligaciones académicas o de casa para pasar más tiempo con la pareja.
  • Cuando se produce una discusión o desacuerdo en la pareja uno de los dos utiliza el chantaje emocional para acabar imponiendo su criterio. Además, siempre acaba cediendo el mismo miembro de la pareja.
  • Control de las redes sociales. El solicitar las claves del otro, ver con quién tiene contacto a través de las redes, solicitar explicaciones sobre cada “like” recibido por alguien del sexo opuesto, o sobre la hora de última conexión etc. son conductas que deben alertarnos. Asimismo, si la pareja escribe o llama con una frecuencia muy elevada para ver con quién está, qué hace etc.
  • Observamos un estado emocional más triste o apático desde que se mantiene la relación.

Si observamos que la relación tiene alguno de esos marcadores tóxicos, tanto si es la “víctima” como si es el “elemento tóxico”, no debemos oponernos a ella mediante la prohibición, puesto que solo conseguiremos que se mantenga a escondidas perdiendo toda la información posible, si no que debemos sentarnos con nuestro hijo/a o alumno/a para hacerle reflexionar sobre lo que es un “buen amor” y como éste nos tiene que hacer más felices de lo que estábamos solos y no suponer una carga.

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Trastornos de la Conducta Alimentaria en la adolescencia

La adolescencia es la etapa de debut de la mayoría de los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Los estudios estiman que entre un 4 o 5% de las adolescentes tendrán alguna dificultad en este ámbito.

Por ello es importante que conozcamos los trastornos más comunes y sepamos identificar las conductas a las que hay que prestar atención, puesto que si los detectamos a tiempo el pronóstico de evolución es mucho más favorable.

Anorexia nerviosa (anorexia)

Habitualmente llamada anorexia. Es la obsesión por no ganar o por bajar de peso. Se produce una distorsión de la imagen corporal, pudiendo verse “gordas” aunque estén por debajo del peso esperable para su altura y edad. Podemos observar que conteo de kcal, quieren diseñar sus propios menús (hipocalóricos), usan ropa ancha para esconder partes de su cuerpo, no quieren realizar actividades que supongan una exposición de su cuerpo (piscina, playa etc.), durante las comidas hacen grandes ingestas de agua para saciarse. Puede haber también un ejercicio físico intenso o conductas para “purgarse”. La piel se vuelve amarillenta, más seca o rugosa, las uñas débiles y quebradizas, se queja de mareos, puede aparecer vello facial y, si la malnutrición se mantiene amenorrea (pérdida de la menstruación).

Bulimia nerviosa

Conocida también como bulimia. Se producen episodios de atracones (ingestas de grandes cantidades en un corto espacio de tiempo con pérdida de control) seguidos de conductas para compensarlos como pueden ser el vómito, laxarse, ayuno o ejercicio intenso. Muchas pueden estar en normopeso o incluso en sobrepeso, por lo que no es tan evidente físicamente hablando. Igual que en la anorexia podemos observar intentos por ocultar partes del cuerpo, así como grandes ingestas de agua (facilita el vómito). Además, hemos de estar atentos a si inmediatamente después de comer va al baño y pasa más tiempo del normal, enciende los grifos etc. Pueden aparecer lesiones en los nudillos y daño en el esmalte dental. Además, los supermercados venden sin control productos destinados a laxarse, por lo que debemos sospechar si encontramos alguno de ellos en su cuarto. También debemos estar atentos a los restos de posibles atracones: envoltorios de comida basura o desaparición de comida en casa.

Trastorno por atracón

Este quizá sea el trastorno más desconocido pero que en los últimos años es cada vez más motivo de atención clínica. Igual que en la bulimia se producen episodios de atracón, pero no se lleva a cabo ningún comportamiento de purga. Estos episodios de atracón se producen a solas, se come hasta sentirse desagradablemente lleno y no responden a una sensación de hambre, la conducta de comer compulsivamente se lleva a cabo ante situaciones de ansiedad o malestar. Tras el atracón hay fuertes sentimientos de culpa, por lo que el malestar de la persona aumenta, facilitando que se repita otro episodio. Además, se produce un aumento rápido y llamativo de peso por lo que la autoestima de la persona a la larga puede verse comprometida. Igual que en la bulimia podemos encontrar restos físicos de atracón, comida escondida en el cuarto, mentiras sobre con quién ha estado, qué ha hecho o en qué se ha gastado el dinero.

 

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El ciberacoso y ciberbullying

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El ciberacoso o ciberbullying es un fenómeno que preocupa tanto a padres como profesores y no es de extrañar son situaciones muy difíciles de detectar para los adultos y con consecuencias psicológicas devastadoras.

¿Qué es el ciberacoso?

El maltrato psicológico se produce a través de las redes sociales, pueden tratarse de amenazas, insultos, calumnias o humillaciones. A veces a través de perfiles falsos, lo que hace que el agresor piense que es impune, o generando contenidos (como memes) ridiculizando a la víctima, lanzando rumores sobre ella o generando perfiles con el nombre y datos de la víctima para enemistarle con otros o reírse de él.

¿Por qué es tan peligroso para la víctima?

El acoso entra en el hogar y se mantiene 24/7, no existe un entorno “de seguridad” en el que pueda desconectar de la situación que está viviendo. Además, todos sus grupos de amigos pasan a estar conectados entre sí por medio de las nuevas tecnologías por lo que en todos los grupos se harán públicas las humillaciones y vejaciones que esté recibiendo.

¿Y los adultos?

Los adultos muchas veces permanecemos completamente ajenos a lo que ocurre entre los adolescentes en las redes y la víctima suele sentir vergüenza y pensar que nadie puede ayudarle por lo que suele ser una situación que no se detecta hasta que es muy grave.

¿Y qué podemos hacer?

La prevención siempre es la mejor de las opciones: hacer conscientes a nuestros adolescentes de cómo usar las redes, qué datos compartir y cuáles no, qué conductas llevar a cabo si alguien nos molesta a través de las redes, que tomen conciencia de las consecuencias legales que pueden tener sus conductas en las redes (desmitificando la impunidad), el papel de responsabilidad moral que tienen los observadores del fenómeno y, por supuesto, haciéndoles entender que no “son bromas”, que pueden tener serias consecuencias a nivel psicológico para la víctima y que cualquiera de ellos podría ser víctima en cualquier momento. Es decir, la sensibilización, la información y trabajar la empatía nos ayudará a que este fenómeno nunca se dé en nuestras aulas.

 

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